sábado, 20 de junio de 2009

Tomo del cielo aquello que dejo en la tierra.

Tomo con la izquierda, lo dejo con la derecha

Tomo del cielo aquello que dejo en la tierra.
Después de ahuyentar la tinieblas, las gotas de rocío caen en mi mano como pequeños dardos; ¡son alimento para los sentidos! También lo son para algunas plantas, forman el baño matutino para las hojas, las lavan y las despiertan del sueño vegetal; el tiempo de ayuno ha terminado y hay que lucir los colores que viste la piel de la tierra ¡alimentarse de verde!. A su vez los rayos estelares, las partículas diminutas, los neutrinos, nos atraviesan sin cesar y las manos del sol dejan sobre las hojas el alimento para otras vidas. Nos estamos devorando los unos a los otro en una bacanal sin tregua y es el sol el que regala el fermento del festín.
El despertar calmado se une a la rueda de los cambios, el tiempo es irreversible, los seres vivos siempre vamos ciegos, anhelantes, guiados por leyes que intentamos presentar pero que desconocemos. Así nos encontramos uncidos a las cadenas intangibles del mundo, a los lazos invisibles que unifican las leyes universales. Las cuerdas estelares cimbran dentro de nosotros, somos inexistentes para ellas y nos perforan a cada instante en un acoplamiento universal. ¡Sólo en pensarlo dan escalofríos!

Ayer tuve un sueño terrible
Nada puede pensarse más doloroso

Hoy el sol me ha lavado el ánimo
Para poder seguir tamizando los rayos de luz

En ellos he encontrado la fisura
Por donde marcharé sin miedos

Tomo del cielo aquello que dejo en la tierra, lo hacemos todos, nada podemos llevarnos excepto las experiencias; !quimeras y sueños que son borrados en un instante! Este es el fenómeno más asombroso, pensar y con ello, estremecer nuestro cuerpo, teñirlo con una emoción profunda y a su vez, constatar como todo desaparece. El mundo nos sobrecoge, somos plantas tiernas que han desarrollado sensores para detectar el lenguaje de la materia, sus humores y sus cambios. Los principios de lectura se ciñen en los ojos, en la boca, en los oídos… !Somos lo que sentimos, un nido de emociones fermentando constantemente!
En los poros de la piel se tañen manojos de luz y retumban en los sentidos haciendo del mundo una caja de misterio, una puerta que se abre a cada instante con nuevas revelaciones. Nos llenamos de asombro y al mismo tiempo nos damos cuenta de que estamos creando respuestas; somos autores de la pregunta y de la respuesta. El mundo está formado por nuestras recreaciones, nada mas que eso. ¡Ilusiones que se desvanecen!
No podemos dejar un testamento espiritual, una urna que guarde lo que hemos sentido. Nuestras dudas, nuestras observaciones y emociones mueren con nosotros, sólo podemos dejar palabras y objetos que después son mal interpretados y conllevan la confusión y, quizá, “la conjura de los necios”. ¡Lo mejor que podemos hacer es enterrar nuestras observaciones con nosotros…!
Partículas diminutas, mensajeros cósmicos nos llegan en todas las direcciones. Nuestro cuerpo no opone resistencia alguna, la tierra tampoco; atravesados por agujas finas, nos hacemos partícipes de las leyes universales, de los juegos generales de la materia, de las performances de la energía. Somos hijos de ella y el pensamiento es una más de sus creaciones. Los sueños terribles son las voces de las tinieblas que nos encadenan, por ello he de ahuyentarlas cada día…

La cornalera


Ahuyento las tinieblas


Encaramado en Alcor actúo con precisión en el devenir de los cambios, son diez pasos que he de hacer con un instrumental sencillo. Pienso que es el momento, los instantes pasan y las sombras huyen hacia poniente. Tomo un palo ganchudo y lo agito de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Ahuyento las sombras estirando los brazos y girándolo con mesura y fuerza. Es como un cuerno de reno, como un arpón múltiple sin aderezos. Estaba tirado en el suelo, desvencijado y carcomido. Se hallaba perdido en el caos de mi mente y ahora está a punto de tener nombre; le llamaré la “Cornalera” y es el arma que aré servir para mitigar el miedo, el instrumento para amenazar y defenderme… ¿contra qué?
He puesto nombre a una rama seca; ¡ahora es un arma entre las manos! Nada puede ser más verdad que ese instante; las luces cambian ¡precipitadamente cambian!. Las sombras se iluminan, los colores aparecen, la tierra toma el color que dan sentido a los ojos, la vida se hace posible en un escenario tan variado, se da generosamente y canta una jácara interminable, ¡también para los vencidos!

Por el este llega mi aliento
Fundido en los destellos del sol
Si vas a poniente en su camino
Jamás te faltará luz en los ojos
Ni sentirás cansados los pies.

También por las cimas del este
Llegan torrentes de esperanza
!Vamos a enjuagar el pecho
Con un baño de partículas azules!
¡Es el momento de renacer,
de asombrarnos como niños!

En pocos minutos las brumas han desaparecido, los azules profundos han dado paso a los tonos cálidos, la nubes invisibles se han hecho presentes, ahora son formas en el cielo y figuran rebaños paciendo placenteramente, sin dudarlo un instante pienso, “son creaciones de la mente! Todo se describe con claridad entre los cambios rápidos, cada instante muestra su propia realidad y, a su vez, presenta una forma estable, intemporal, eterna. El sol ha nacido una vez más, ya lleva más de 5 mil millones de años en ese deambular sin pausa. Riega la tierra con racimos verdes y los océanos de fitoplancton, no hay que atropellarse, ¡hay comida para todos!
Una y otra vez actúo, subo y bajo de Alcor, entro y salgo del asombro; de aquel lugar que tiene abiertas las ventanas en todas las direcciones. Con la cornalera hago giros precisos, ¡ahuyento las tinieblas!