domingo, 21 de junio de 2009

Los rayos de luz cimbran mis emociones

Tomo con la derecha y lo dejo con la izquierda. 21-6-09


¡Demasiado complejo, necesito otra vida para entenderlo y otra más para explicarlo! Tomo los rayos del sol con la mano derecha y noto como cimbran mis emociones, soy atravesado por un haz excitante que discurre rápidamente hacia la mano izquierda y por ella los dejo ir, ¡es un raudal de sensaciones! ¡Adiós, adiós amados! –Les digo– , ¡Adiós, adiós amados!
Allí donde caen las hierbas crecen con fuerza, quién lo diría, !qué poder desarrolla un gesto tan liviano! Son el almuerzo de Fénix, las gotas de rocío que avivan la tierra.
Vuelvo a representar el mismo acto, ahora invirtiendo el movimiento de los brazos. Es la mano derecha la que toma del suelo su aliento, la que trae los mismos rayos estelares que han pasado por su cuerpo de niebla y en un viaje ascendente y cruzado sale por la izquierda, es una jácara que dirijo al cielo.
Me siento en un cruce de caminos, soy una contingencia diminuta en los avatares del cosmos, pero puedo pensar en sus maniobras, en sus juegos misteriosos. Soy testimonio de su indiferencia y de sus terribles consecuencias. Consciente de la complejidad del mundo dejo que transiten sus efectos en una diagonal imaginaria, una sensación que me atraviesa en las dos direcciones, sólo es eso y con ello me siento reconfortado.
Me asombran sus mecanismos imprevisibles y este hecho me llena de incertidumbre y pánico; tiemblo como las hojas movidas por la brisa, es una sensación leve que pasa en un instante. Su belleza no tiene límites, me colma todos los anhelos estéticos. También en la vida quedo conforme, lleno de júbilo y gratitud, ¡tan sólo por un instante!
El tiempo es incomprensible y sin forma, pero es un rostro invisible de las diversas máscaras de la realidad. Los cambios que contemplo son incesantes, existen ya que los pienso, se dan y generan variaciones súbitas, se cuelan entre los dedos como alfileres y me dejan señales imborrables. Cada segundo que pasa dibuja en mi rostro; como la tierra, es la suma de todos los instantes. Todos los rostros pasados se han solapado en el que hoy presento.
También se muestra en la piedra que elevo ante el sol; es un espejo pequeño una caja de calcio y tiempo macerado. Antes fue un racimo de coral, una vida protegida con un vestido de caracola, ahora es piedra que me ayuda a detener los rayos del sol. Un proyectil que amenaza con romper los instantes en un estampido certero. Elevo la piedra para romper el hechizo de la noche. Tengo entre las manos una réplica comprimida de los hijos del sol, ¡es un hecho misterioso que me llena de asombro!
Por descuido la dejo caer sobre mi pié, al instante, el dolor llena todo mi cuerpo, una reacción inusitada me transforma en cólera vivificada, en ráfagas de furor y abandono. Las lágrimas caen por la mejilla, me siendo desamparado y solo…; ¡ya esta! el calor acude como un bálsamo delicioso, ¡ya ha pasando! He sido víctima de las leyes de la gravedad, eso es todo. Cada día me siento más fuerte, cada día me acosa más el miedo. Busco con ánimo las puertas de la reconciliación y me encuentro desorientado en los corredores de un laberinto interminable.
¿Cuándo vendrán los días calmados y podré tener la serenidad de la piedra?
Soy custodio del secreto que alzo como un disco de oro y no se lo que contiene…